Somos seres sociales por naturaleza y nos movemos a diario en un contexto social rodeadas de otras personas. 

Estamos inmersas en relaciones sociales y debemos conocer nuestras especiales características para poder preservar nuestra energía y respetarnos a nosotras mismas. 

Una de nuestras características como personas altamente sensibles es la alta empatía, que nos provoca una necesidad de agradar a los demás. 

Sentimos una necesidad de caer bien a todos el mundo y de intentar que todos estén bien y tengas sus necesidades cubiertas. Nos esforzamos de manera inconsciente en agradar a los demás. 

 Es importante saber que está bien ser amable con la gente, pero siempre respetando ciertos límites y no colocándote a ti en último lugar. 

 Tú también tienes tus emociones y no puedes suprimir tu propia emocionalidad. 

Es posible que a veces hagas o digas algo por amoldarte a expectativas ajenas o que le des excesiva relevancia a tu imagen solo por encajar en algún entorno. 

Otras veces en tu afán de agradar y ayudar a que todos estés bien, es posible que percibas ciertas necesidades (sin que te pidan ayuda) y decidas pasar a la acción directamente: Esto puede colocarte a ti y a la otra persona en una situación incómoda de compromiso que puede ser malentendida. Para evitar estas situaciones es importante trabajar antes nuestra propia autoestima para saber a dónde tenemos que llegar antes de lanzarnos a “salvar a los demás”.  

Debido a nuestra empatía tan alta y nuestra capacidad de conexión, podemos sintonizar de corazón a corazón de forma muy profunda con otras personas, pero esto también entraña un riesgo: la posibilidad de perderte en el sufrimiento ajeno.  

No puedes salvar al mundo pero siempre puedes hacer algo, con límites y respeto hacia ti misma. 

En nuestro afán de ayudar a los demás, tenemos tendencia a estar al servicio del otro y a ignorar nuestras necesidades, colocándonos en el último lugar. 

Pero es necesario preguntarse ¿Dónde acabo yo y dónde empieza el otro? 

En las relaciones sociales hay que aprender a cuidarse, investigar límites y mantenerlos. Sé que no es fácil, saber poner límites es un arte y a las personas altamente sensibles nos cuesta mucho más que a los demás. 

Lo primero que hay que definir es nuestro propio espacio personal que queremos respetar: No se trata sólo de un espacio físico, sino también emocional. Esto incluye también nuestro tiempo y energía ¿Hasta dónde queremos llegar, hasta dónde queremos dar? 

Una vez que hayamos definido nuestros límites es hora de comunicarlos a los demás. Puede que al principio se sorprendan (por que no están acostumbrados), pero se acostumbrarán. Es importante que los límites queden claros. (Por ejemplo, decirle a tus compañeros de trabajo que puedes echarles una mano cuando lo necesiten una vez que hayas terminado con lo tuyo, pero sólo hasta que a las 17:00 porque es cuando tienes que marcharte). Es importante ser clara a la hora de comunicar tus límites.  

 Y otra parte importante e igualmente difícil es mantener los límites. Una vez los has definido y comunicado, ahora es clave mantenerlos para que se tomen en serio tus palabras y todos vayan amoldándose a esta nueva realidad. 

Debes saber que siempre tienes opciones, no es obligatorio para ti ceder siempre. 

Ten en cuenta que decir sí a otro es decirte no a ti mismo: Esto puede generar resentimiento y desconexión hacia la otra persona, te quemas. Y no lo puedes mantener siempre. 

Si tienes tendencia a estar fuera de tu centro, dejas tu centro vacío, pierdes el control y te vuelves vulnerable a lo que te piden. 

Todo esto suena bien y evidente, pero entonces ¿por qué nos cuesta tanto aprender a decir NO? 

A las personas altamente sensibles nos cuesta especialmente decir no porque: 

  • Queremos ayudar y agradar a los demás, nos sale de dentro de forma natural y espontánea 
  • Es más fácil decir sí, no te sientes culpable y evitas el conflicto a corto plazo 
  • Por respeto a los demás (que a veces colocamos por delante del respeto a nosotras mismas) 

 

Para ello, es importante cambiar algunas creencias limitantes que tenemos arraigadas en nuestra mente y tener claro que: 

  • No es nuestro trabajo arreglar la vida a las personas ni responsabilizarnos por ello 
  • Está bien si decepciono a otras personas 
  • Mi trabajo es hacerme feliz 
  • No todos tienen que estar de acuerdo 
  • Tengo derecho a mis propios sentimientos 
  • Soy suficiente 

 

Cuando dices NO: 

  • Estás manteniendo el respeto a ti misma 
  • Te ahorras estrés 
  • Puedes decir sí menos veces pero mejor 

 

Para estar preparada y sentirte segura cuando surja situación en la que debas decir que no, puedes ensayar con antelación diversas y qué es lo que responderías. Así tendrás preparada una batería de respuestas que podrás utilizar de forma natural y no te pillará desprevenida la situación. 

Me gustaría terminar contándote una metáfora que utiliza la psicoterapeuta Julie Bjelland en relación con el tema de los límites y es la historia de la balsa. 

Imagínate que vas montada en una balsa navegando en un río tranquilo y todo está bien. Hay otras personas nadando en el río o montadas en su propia balsa. Pero el río comienza a estar más agitado y con un rápido movimiento. La gente que está nadando te pide ayuda y los que han caído de su balsa también. Tu instinto natural es subirlos a todos a tu balsa, y cada vez tienes a más y más personas subidas a tu balsa. Pero tu balsa no es infinita y si subes a demasiadas personas para salvarles a todos, al final la balsa va a terminar por hundirse y os vais a hundir todos…

Eso es lo que a veces ocurre en la vida real…Si te echas demasiadas responsabilidades a tu espalda, intentando que todos estén bien y preocupándote tú de “salvarles” la vida a los demás, tú terminas tan agotada y hundida que no puedes ni preocuparte de ti ni de los demás. 

Con lo cual, es más sano e inteligente educar a los demás desde el principio a solucionar sus asuntos, a construir sus propias balsas y entablar relaciones saludables y recíprocas contigo basadas en la sinceridad y la igualdad, en la que tú puedas contar con ellos y ellos contigo, estando la balanza equilibrada y sintiéndote a gusto en la situación. 

Poner límites no es fácil para las personas altamente sensibles, pero es clave para respetarte y sentirte bien. 

Si te cuesta poner límites o no sabes cómo hacerlo, puedes contactar conmigo y te ayudaré encantada.

Te espero.

Beatriz 😉