Vivimos en una sociedad que se caracteriza por un exceso de competitividad, hostilidad, prisas e incertidumbre. Nos pegamos el día corriendo de un lado a otro (incluso aunque teletrabajemos nuestra mente va corriendo de un lado a otro como pollo sin cabeza) e hiperconectados a las pantallas. 

Nuestro sensible sistema nervioso no encaja demasiado con esta sociedad, pero es en la que nos ha tocado vivir. 

Nos vemos sobrecargados por la excesiva estimulación, prisas y exigencias de nuestra vida cotidiana. 

Nuestro cerebro absorbe información sin parar como una esponja hasta que se satura y ya no puede absorber ni una gota más de información. 

Nuestra amígdala (más activada que el resto de personas) ve amenazas y peligros donde no las hay poniéndonos todo el día en constante alarma. 

Nuestra ínsula del cerebro es más consciente de las sensaciones corporales que nos produce el estrés y nuestro cerebro acelerado comienza a preocuparse por adelantado de las consecuencias que esto tendrá para nosotros, creando un círculo vicioso de estrés perfecto. 

Y aunque un poco de estrés puntual puede ser beneficioso para ponernos las pilas y hacer un esfuerzo, el estrés mantenido a largo plazo nos sienta fatal. 

Los factores que nos afectan pueden ser de diferente índole: 

Familiares: este es un ámbito muy delicado debido a la gran implicación emocional que suponen los conflictos familiares. 

Personales: Aquí cobra importancia nuestro rasgo de alta sensibilidad, al estar asociado al perfeccionismo, al querer cuidar de los demás y echarnos a la espalda las responsabilidades de los demás, a querer tenerlo todo controlado… 

A veces no podemos elegir a todos los que nos rodean, en el trabajo o en la familia, y a veces por querer agradar a los demás puede que nos sobrepasemos sin que nos lo pidan o que se aprovechen de nosotros. Esto nos pasa factura: decide tus límites y aplícalos. 

Laborales: afecta prácticamente a todas las profesiones, no solamente a empresarios y ejecutivos de multinacionales, también a amas de casa, estudiantes… 

Es muy importante para nosotras sentir que nuestro trabajo tiene sentido para nosotras, que aportamos algo a la sociedad. No hay correlación entre el ganar más dinero y la felicidad. 

Normalmente en un día habitual, sufrimos más estimulación que la soportable. Nuestro umbral de estimulación es más bajo y nos cargamos antes que los demás. 

El intentar hacerlo todo bien y con detalle nos puede agobiar. Tendemos a exigirnos a nosotras mismas más de lo que los demás nos exigen o que nosotras exigiríamos a otros.  

Cuando tenemos muchas cosas que hacer en poco tiempo puede ser especialmente agobiante y estresante para nosotras. 

Los días de mucho trabajo deberíamos preguntarnos con cariño y autocompasión: ¿estoy aguantando o debería escuchar más a mi cuerpo? Es importante escuchar al propio cuerpo y tomarse las pausas que sean necesarias y llevar un ritmo adecuado a nosotras.  

Es importante saber que el listado de tareas nunca va a terminar, siempre va a haber cosas por hacer, así que es mejor que seas realista y ajustar tus expectativas a lo que vas a poder realizar de verdad. Exigirte de más sólo te va a llevar a sentirte frustrada y estresada. 

Nuestra búsqueda de la perfección a veces puede ser positiva porque nos hace ser muy valorados por nuestro trabajo bien hecho, pero puede ser negativo por ser debido a un anhelo a evitar errores y llamar la atención o al miedo al ridículo o a ser criticado. 

A la hora de actuar en público, nuestra falta de autoestima puede hacernos estar más pendiente de lo que se habla a nuestra espalda que de lo que hacemos. 

Es importante en estas situaciones recuperar nuestro centro, tomar el control. 

Puede que en tu trabajo también seas muy meticulosa y tengas un gran deseo de cumplir, lo que puede pasarte factura con la multitarea y el trabajo desmedido, puedes acabar quemada. 

Has de saber que los errores están permitidos, todos los cometemos. 

Tenemos más posibilidades de estrés por intentar adaptarnos a una sociedad tipo A, con altas expectativas laborales: podemos sufrir irritabilidad, ansiedad o baja autoestima. 

Las personas altamente sensibles debemos, más que los demás, tomarnos nuestros tiempos de descompresión y descanso para no entrar en este círculo de estrés que nos sienta tan mal, nos hace bajar las defensas y nos pone tan irritables y de mal humor (entre otras cosas). 

Es importante también distinguir el estrés de la ansiedad. El estrés sería una respuesta a estos estímulos negativos que hemos comentado y que son identificables. Podemos además trabajar para minimizarlos.  

Y la ansiedad es la respuesta mental y física a una preocupación constante o a un miedo no presente, que causa una sensación excesiva de “peligro”, miedo o preocupación. Al tener las PAS nuestra amígdala cerebral más activada que el resto, también tenemos más posibilidades de sufrir ansiedad que el resto.  

Y nuestro procesamiento tan profundo de la información hace que captemos muchos más estímulos que el resto y les demos más vueltas en nuestra cabeza, montándonos nuestras propias películas de peligro cuando no lo hay. 

La ansiedad es una reacción normal que experimentamos todos a veces (ej. antes de una prueba médica, de hablar en público). Es un mecanismo de defensa no necesariamente negativa. El objetivo no es suprimirla sino aprender a controlarla ya que en determinadas circunstancias puede ser desagradable. 

La ansiedad nos afecta en cómo pensamos (pensamientos automáticos y poco realistas), lo que hacemos (evitación o conductas compulsivas) y cómo reacciona nuestro cuerpo (palpitaciones, tensión muscular, estómago revuelto…). 

Nuestro cuerpo se prepara para luchar o huir y se va creando un círculo vicioso entre pensamiento, conducta y respuesta física.

Las PAS nos podemos ver envueltas en este círculo pero también podemos aprender a controlarla mejor entendiendo en qué consiste, controlando los síntomas físicos y modificando los pensamientos y conductas asociadas. 

 

Así que si no queremos que nuestro cuerpo y mente se vean resentidos por el estrés o la ansiedad, podemos tomar una serie de medidas para tomar distancia y que no nos afecte: 

  • Conecta a menudo con tu interior para ver cómo te sientes y qué necesitas (haz un escaneo corporal) 
  • Evita horas punta para no ir corriendo con demasiada gente o ajetreo a tu alrededor 
  • Aprovecha los semáforos o pequeños parones para hacer unas respiraciones profundas 
  • Haz breves descansos en el trabajo para moverte y descomprimir la tensión que se va acumulando en tu cuerpo 
  • Pon música relajante si es posible 
  • Minimiza el uso de pantallas 
  • Cambia la postura y sonríe 
  • Come conscientemente 
  • Repite un mantra que te transmita calma 
  • Busca tu minirefugio donde sabes que puedes relajarte y nadie te va a molestar 
  • Distánciate de tu foco de estrés, te ayudará a relativizar. 
  • Reconoce tus señales de estrés, no aguantes y silencies. Haz algo para cambiarlo. 
  • Vigila los pensamientos que inician una sensación de ansiedad y vigila la cadena de pensamientos que le siguen. Aprende a modificar estos pensamientos. 
  • En caso de ansiedad, lleva un registro de los episodios para identificar las situaciones que te causan ansiedad o evitas. 
  • Medita: no hace falta hacer nada extraño. Es suficiente con que te pongas cómodo, cierres los ojos y te concentres en tu respiración durante unos minutos. Si la mente se despista, sé consciente e invítala a volver de nuevo a seguir concentrada en la respiración. 
     

No puedes controlar el entorno, pero sí tu forma de pensar y actuar. 

Si necesitas ayuda para controlar tu estrés o ansiedad, y quieres que te acompañe en este camino para liberarte de esa tensión y llevar una vida más equilibrada acorde a tu sensibilidad, contacta conmigo. Estaré encantada de ayudarte.