La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad que descubrió Elaine Aron en la década de los 90. El nombre científico es “Sensibilidad de procesamiento sensorial”.
Una de cada cinco personas es altamente sensible. Este 20% de la población tiene un sistema neurosensorial más sensible que el resto.
No es un trastorno, ni un déficit ni una enfermedad, es un rasgo de personalidad neutro.
Las personas altamente sensibles comparten una serie de características comunes:
Características de la alta sensibilidad:
Profundidad de procesamiento
Recibimos mucha más información que el resto de las personas y la procesamos con mayor detalle.
Somos conscientes de microexpresiones, señales sutiles, cambios en el lenguaje corporal…
Tendemos a darle muchas vueltas a la cabeza, ya que tenemos mayor intuición y un nivel profundo de conciencia.
Sin la cantidad correcta de procesamiento, podemos experimentar una acumulación en nuestro sistema, que nos lleva a la siguiente característica:
Sobreestimulación:
Tendemos a sentirnos más abrumados y sobreestimulados por no poder procesar correctamente toda la información que recibimos.
Perdemos el acceso a nuestro cerebro cognitivo cuando estamos sobreestimulados y el cerebro emocional toma el control.
Cuando eso sucede, podemos sentirnos emocionalmente fuera de control, perder el enfoque y sentirnos abrumados.
La sobreestimulación también puede conducir a condiciones crónicas de salud cuando el sistema nervioso se sobreestimula con demasiada frecuencia durante demasiado tiempo: ansiedad, migrañas, contracturas, estrés, tensión alta, vértigo, insomnio…
Alta emocionalidad y empatía:
Los PAS tendemos a tener emociones más fuertes, tanto positivas como negativas. Literalmente, tenemos partes de nuestro cerebro que están más activadas que el 80 por ciento de la población, por ejemplo, la amígdala.
La amígdala es la parte del cerebro que lucha, huye o se paraliza y no conoce la diferencia entre una amenaza real y una amenaza percibida. Puede enviar señales de alarma incluso debido a la autocrítica y puede liberar adrenalina y otras hormonas del estrés.
Tendemos a sentir lo que sienten los demás, casi como si lo estuviéramos experimentando (por ejemplo, viendo las noticias o películas traumáticas). Nuestra empatía es tan alta que si no sabemos poner las barreras adecuadas con ciertas personas o situaciones podemos impregnarnos de una alta energía negativa.
Elevada sensibilidad sensorial:
Al tener más activada la ínsula en el cerebro, tenemos una mayor conciencia tanto externa como interna, lo cual puede ser muy positivo en algunas ocasiones para ser conscientes de los problemas de salud tempranos o de qué le pasa a alguien para poder hacer cambios.
En otras ocasiones, esta sensibilidad sensorial tan alta puede hacer que nos afecten más que a los demás las luces intensas, los ruidos fuertes, los sustos, los olores intensos…
Puntos positivos de la alta sensilidad:
Somos amables, generosos, empáticos y compasivos
Amamos con pasión, nos encanta la belleza y la naturaleza
Somos muy intuitivos
Somos genuinos en nuestras interacciones (buscamos conversaciones significativas y conexiones profundas)
Nuestro cerebro funciona como una supercomputadora
Solemos tener muy buenas calificaciones por parte de nuestro supervisores
Capaces de leer microexpresiones y el lenguaje corporal que otros no perciben
Hacemos que las personas se sientan seguras, escuchamos bien.
Tenemos una visión sólida, mucha conciencia y somos perspicaces
Nos esforzamos por ser amables
Entre nosotros se encuentran los artistas, músicos, creadores, sanadores…
Ser altamente sensible no debería ser una etiqueta ni una medida de protección para culpar a los demás de nuestra saturación o estrés o exigir que nos traten de forma diferente.
Es nuestra responsabilidad lidiar con ello y cuidarnos para poder disfrutar de nuestra alta sensibilidad.